La higiene en una comunidad de propietarios es, a menudo, el origen de conflictos y un aspecto que saca a relucir muchos roces de la convivencia, siendo éste el principal motivo por el que se externaliza el servicio de limpieza. La correcta higiene en una comunidad de propietarios pasa por el orden y el mantenimiento de los espacios, empleando correctamente los productos con una frecuencia adecuada.

Si pensamos en cuáles son los elementos que más toca en su comunidad de vecinos, a todos se nos vendrán a la cabeza las barandillas de las escaleras y los botones del ascensor, siendo por ello los focos principales de gérmenes en toda comunidad; los botones del ascensor, por ejemplo, al no percibirse suciedad a simple vista, corren el riesgo de pasar desapercibidos durante la limpieza. Por este motivo, es especialmente importante que en estas superficies, además de con detergente, se aplique un desinfectante que acabe con la mayoría de los gérmenes.

Las zonas comunes también son zonas de especial atención. Patios de luces o terrazas en desuso, generalmente por su difícil acceso, son muchas veces descuidadas por el equipo de limpieza, generando la aparición de plagas que, a posteriori, son más difíciles de eliminar. Con independencia de su uso, estos espacios deben mantenerse limpios y ordenados.

Los parking o garajes también son zonas que el equipo de limpieza pasa por alto; ésto junto al constante trasiego de vehículos, unido a la falta de ventilación genera una alta acumulación de suciedad. Un barrido frecuente del suelo minimizará la suciedad y mejorará el estado tanto del garaje como de los vehículos.

Finalmente, para la correcta limpieza de una comunidad, el proceso de limpieza debe realizarse empezando por los pisos superiores y acabando en el portal, utilizando la técnica de dentro hacia fuera para evitar introducir suciedad desde el exterior. La frecuencia de limpiado será, como mínimo, una vez a la semana, aunque de forma general se recomienda aplicar dos veces a la semana el proceso de limpieza.